"Una vez me dijeron que las piedras tenían sentimientos"
Esther Quevedo

domingo, 31 de marzo de 2013

Lo prometido es deuda, segundo capítulo, PAPEL

En mi casa todos somos del 27.
Yo nací un 27, mi marido nació un 27.
Mis hijos, nacieron cada uno un 27 distinto.
El 27 me parece un número bonito.
Si hubiéramos sido del 29 quizá hubiéramos tenido un problema.
Porque uno de mis hijos cumpliría años una de cada cuatro veces.
A mí me gusta muchísimo celebrar los cumpleaños.
Suelo hacer varias fiestas para celebrar un mismo cumpleaños.
Es por eso que paso el año preparando fiestas de cumpleaños.
Mi marido a veces me dice que me ofusco, sobre todo cuando me enfado porque un cumpleaños sólo lo he celebrado una o dos veces.
Es difícil de entender.
A mí me cuesta entenderme.
A veces pienso que la vida no vale nada.
A veces que la vida es frágil y otras que la vida es maravillosa.
Sobre todo por la mañana, cuando huelo a café.
Pero esto lo entiende muy poca gente.
Recuerdo el día en que nací, aunque nadie se lo cree.
También recuerdo una noche de reyes, cuando Melchor entró en la habitación y me dio un beso.
Como lo expliqué al día siguiente, me dijeron que había sido mi padre.
Pero yo no lo he creído nunca.
Es imposible que mi padre me diera un beso.
Nunca me dio un beso.
Nunca me dijo nada, porque él quería un niño y nací yo.
Desde entonces mi vida la veo como una sucesión de papeles de diferentes texturas y tamaños.
Como una sinrazón pero con una misión.
No sé cuál es mi misión.
Pero sé que está ahí, aunque no la vea.

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