Como sabía que me iba a poner nerviosa ya que nunca he presentado un pequeño libro y menos un pequeño libro mío, decidí leer lo que os quiero decir. Si lo dejo todo a la babalá lo más probable es que me ponga a tartamudear y a decir cosas que no vienen a cuento.
Querría empezar contándoos por qué ese título y por qué este pequeño libro.
Cuando empecé a escribir el texto le puse como título papel de embalar, porque me apetecía mucho hablar de ese papel ya
que siempre me ha inspirado temas como la muerte, y es así como empieza el
texto de papel de embalar: “Siempre pensé que la muerte tenía el color del
papel de embalar”.
Luego se me ocurrió hablar del papel de seda, que lo escribí en un
documento aparte, porque me daba no sé qué que se juntarán y se intoxicaran el
uno con el otro.
Después pensé en el de celofán, al que también le abrí otro documento.
Y entonces empecé a buscar tipos de papel en Internet y me di cuenta que
cada uno de los papeles me evocaba una pequeña historia y claro, no me pude
resistir y me puse a escribir sobre ello.
Una tarde me acordé de un gran amigo que no ha podido venir hoy, que me
explicó que había conocido a un picapedrero y éste le había contado muchas
historias sentimentales sobre las piedras, así que abrí otro documento al que
llamé Piedra e hice el resumen de lo que me había dicho mi amigo: “Una vez me
dijeron que las piedras tenían sentimientos”. Los que habéis tenido la
oportunidad de leerlo, habréis visto que esa es la frase del principio de este
pequeño libro.
Durante unos meses dejé varios documentos con nombres de papeles dispersos
en el escritorio de la pantalla del ordenador y uno que se llamaba Piedra.
Para el verano, apareció en mi cabeza un pensamiento un tanto extraño. No
podía dejar documentos por aquí y por allí. Tenía que darle una coherencia.
Como ya tenía muchos papeles y una piedra, pensé en el juego que nunca he
jugado, más que nada porque nunca he sabido quien gana a quién. Y fue cuando
pensé en Piedra papel tijera.
Pero claro, me faltaba hablar de la tijera.
La tijera se me presentó como un pensamiento un tanto abstracto y sin
perder un minuto me puse manos a la obra.
Dejar llevar tu imaginación y cortar trozos experiencias conocidas, de
personas que están o que ya no están y la verdad es que fue muy terapéutico
para mí.
Una mañana de septiembre, en pleno combate con la tijera pensé: Ya, se
acabó. Ni una letra más.
Entonces se lo envié a tres personas muy queridas: mi hermana Maite, mi
amigo Jesús y mi estimada Marian.
A los tres les gustó, pero les pareció corto.
He de decir que Jesús me dio unas indicaciones muy sabias que rápidamente
añadí, aunque él hubiera preferido una novela larga… lo sé.
El texto lo escribí en primera persona porque me resultaba muy cómodo y
creo que es más fácil cuando no tienes experiencia, es decir, cuando lo leáis
no penséis que todo me ha pasado a mí, algo hay, pero poco.
Como este texto no tiene ninguna pretensión literaria, sino expresar puras
emociones, lo envié a media humanidad y fue entonces, jaleada por Marian. que
decidimos embarcarnos en esta aventura.
Sólo me queda decir que el libro está dedicado a dos personas que no están,
que hace unos años se fueron y aunque las tengo todos los días en mi corazón
nunca las podré volver a abrazar. Una es mi madre Juana, que gracias a ella y a
su pasión por la lectura soy quien soy, y otra es mi otra madre, Clemen que con
su bondad me enseñó a ser más tolerante con las personas.
Quiero agradeceros a todos los que habéis comprado el libro en preventa,
amigos, familia y desconocidos que sepáis que cada comentario me ha provocado subidones
de adrenalina permanentes, a Bárbara que ha traducido el texto al inglés para
que pronto podáis comprarlo en ebook, a Judith, por su entusiasmo y su alegría,
a Georgina por todas esas noches que se ha pasado corrigiendo todas las
imperfecciones de mi catalán para la versión que pronto saldrá también en
ebook. A Manuel, mi compañero, que está ahí siempre, a Jesús Ballaz por apoyarme
y estar hoy aquí a mi lado y, sobre todo, a Marian, mi amiga y mi editora ya
que sin ella esto no habría sido posible.
Muchas gracias,
Esther Quevedo
Esther Quevedo
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