"Una vez me dijeron que las piedras tenían sentimientos"
Esther Quevedo

martes, 4 de diciembre de 2012

Presentamos Piedra Papel Tijera



Como sabía que me iba a poner nerviosa ya que nunca he presentado un pequeño libro y menos un pequeño libro mío, decidí leer lo que os quiero decir. Si lo dejo todo a la babalá lo más probable es que me ponga a tartamudear y a decir cosas que no vienen a cuento.

Querría empezar contándoos por qué ese título y por qué este pequeño libro.

Cuando empecé a escribir el texto le puse como título papel de embalar, porque me apetecía mucho hablar de ese papel ya que siempre me ha inspirado temas como la muerte, y es así como empieza el texto de papel de embalar: “Siempre pensé que la muerte tenía el color del papel de embalar”.

Luego se me ocurrió hablar del papel de seda, que lo escribí en un documento aparte, porque me daba no sé qué que se juntarán y se intoxicaran el uno con el otro.

Después pensé en el de celofán, al que también le abrí otro documento.

Y entonces empecé a buscar tipos de papel en Internet y me di cuenta que cada uno de los papeles me evocaba una pequeña historia y claro, no me pude resistir y me puse a escribir sobre ello.

Una tarde me acordé de un gran amigo que no ha podido venir hoy, que me explicó que había conocido a un picapedrero y éste le había contado muchas historias sentimentales sobre las piedras, así que abrí otro documento al que llamé Piedra e hice el resumen de lo que me había dicho mi amigo: “Una vez me dijeron que las piedras tenían sentimientos”. Los que habéis tenido la oportunidad de leerlo, habréis visto que esa es la frase del principio de este pequeño libro.

Durante unos meses dejé varios documentos con nombres de papeles dispersos en el escritorio de la pantalla del ordenador y uno que se llamaba Piedra.

Para el verano, apareció en mi cabeza un pensamiento un tanto extraño. No podía dejar documentos por aquí y por allí. Tenía que darle una coherencia.

Como ya tenía muchos papeles y una piedra, pensé en el juego que nunca he jugado, más que nada porque nunca he sabido quien gana a quién. Y fue cuando pensé en Piedra papel tijera.

Pero claro, me faltaba hablar de la tijera.

La tijera se me presentó como un pensamiento un tanto abstracto y sin perder un minuto me puse manos a la obra.

Dejar llevar tu imaginación y cortar trozos experiencias conocidas, de personas que están o que ya no están y la verdad es que fue muy terapéutico para mí.

Una mañana de septiembre, en pleno combate con la tijera pensé: Ya, se acabó. Ni una letra más.

Entonces se lo envié a tres personas muy queridas: mi hermana Maite, mi amigo Jesús y mi estimada Marian.

A los tres les gustó, pero les pareció corto.

He de decir que Jesús me dio unas indicaciones muy sabias que rápidamente añadí, aunque él hubiera preferido una novela larga… lo sé.

El texto lo escribí en primera persona porque me resultaba muy cómodo y creo que es más fácil cuando no tienes experiencia, es decir, cuando lo leáis no penséis que todo me ha pasado a mí, algo hay, pero poco.

Como este texto no tiene ninguna pretensión literaria, sino expresar puras emociones, lo envié a media humanidad y fue entonces, jaleada por Marian. que decidimos embarcarnos en esta aventura.

Sólo me queda decir que el libro está dedicado a dos personas que no están, que hace unos años se fueron y aunque las tengo todos los días en mi corazón nunca las podré volver a abrazar. Una es mi madre Juana, que gracias a ella y a su pasión por la lectura soy quien soy, y otra es mi otra madre, Clemen que con su bondad me enseñó a ser más tolerante con las personas.

Quiero agradeceros a todos los que habéis comprado el libro en preventa, amigos, familia y desconocidos que sepáis que cada comentario me ha provocado subidones de adrenalina permanentes, a Bárbara que ha traducido el texto al inglés para que pronto podáis comprarlo en ebook, a Judith, por su entusiasmo y su alegría, a Georgina por todas esas noches que se ha pasado corrigiendo todas las imperfecciones de mi catalán para la versión que pronto saldrá también en ebook. A Manuel, mi compañero, que está ahí siempre, a Jesús Ballaz por apoyarme y estar hoy aquí a mi lado y, sobre todo, a Marian, mi amiga y mi editora ya que sin ella esto no habría sido posible.

Muchas gracias,
                             Esther Quevedo





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