"Me hice amiga de una persona triste y era horroroso. Se pasaba el día lamentándose de su vida, de su peinado, de su trabajo, de su novio, de no tener ganas de nada, en resumen, de vivir.
Una noche me llamó llorando como de costumbre y le dije que no quería hablar con ella, que cada vez que oía su voz me ponía triste, que ya no tenía fuerzas para ayudarla, que por f
avor, me llamara cuando tuviera algo alegre que contarme.
Y no me llamó más.
Cinco años más tarde la encontré paseando por la ciudad, contenta, satisfecha, feliz y me explicó que la última noche en la que hablamos y, viendo que ya nadie la podía ayudar, se apuntó a un curso de bailes de salón, se enamoró de su profesor cubano y que ahora se pasaba los días a ritmo de mambo, de salsa y de roncito…, que así fue como me lo contó.
También me dijo que me asociaba a un tiempo triste y oscuro y que no quería volver a verme más."
Y no me llamó más.
Cinco años más tarde la encontré paseando por la ciudad, contenta, satisfecha, feliz y me explicó que la última noche en la que hablamos y, viendo que ya nadie la podía ayudar, se apuntó a un curso de bailes de salón, se enamoró de su profesor cubano y que ahora se pasaba los días a ritmo de mambo, de salsa y de roncito…, que así fue como me lo contó.
También me dijo que me asociaba a un tiempo triste y oscuro y que no quería volver a verme más."
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